miércoles, 26 de noviembre de 2008

SALA DE ESPERA

El doctor Peregomez tenía su consultorio pegado a nuestra oficina. Si bien gozaba de su amistad, más lo hacía por el aire acondicionado de su Sala de Espera. Entonces, en las jornadas bochornosas del verano era habitual verme sentado allí.
Y bien, una de esas tardes, aburrido, ví entrar a una señora como de sesenta años muy bien puesta, sonriente, que amable saludó al sentarse frente a mí.
Yo sabía que no iba a pasar mucho tiempo sin el consabido comentario..., y llegó.
_ Calorcito eh?
. Y si no? ( Empezaba a molestarme)
_ Esperando?
. Si señora, esperando.
_Aaaah esperando al doctor?
Esa fue la frase que desencadenó mi ira.
.No señora, estoy esperando pero no al doctor.
_ Aaaah está atendiendo a su mamá...¿o a su hermana?,¡Ya sé! a su novia porque es doctor de señoras y...
. A usted estoy esperando (Le susurré gravemente)
_A mi?
.Si, soy el enviado de La Muerte y vine a advertirla...
_ ...
. ... estamos solos, además nadie puede verme (La miré fijamente).
Si pasa al Consultorio... ¡ Morirá dentro ! ; y si sale por donde entró ¡ Morirá afuera !
_Nnn...n...nno puede ser (gimió); n...no le creo (sollozó).

En eso sale del consultorio la secretaria del doctor que, a fuer de verme siempre ni reparó en mí y, dirigiéndose a la señora sonriendo la invitó a pasar .
La sesentona miro de hito en hito, luego a mí seguramente confirmando que solo ella podía verme y se arrojó rompiendo el vidrio por un ventanal al patio interno.

Moraleja: Hay veces que un impulso no es buena solución.