martes, 11 de agosto de 2009

EL VIEJO

El semáforo se hacía eterno; Avenida de Mayo y Saenz Peña; crucé, puse el pie en la vereda y el viejo mendigo me ofreció una moneda. Confundido me negué, pero el pasó su brazo por el ángulo del mío y confieso que me dejé llevar a la plaza. Nos sentamos en un banco, sacó un mendrugo del bolsillo y lo arrojó delante nuestro.
Las palomas vinieron de todos lados; se arremolinaron y plenas de agresión se golpearon y picaron; algunas intentaban tragar pedazos que no parecían caber en ellas; otras esperaban algún desprendimiento, mientras tanto uno que otro palomo calentón se contoneaba en busca de sexo; una miga en el trajín cayó en la calzada y las dos aves que fueron a por ellas rindieron sus vidas a la contundencia de un colectivo de la Linea 105. A medida que desaparecían los pedacitos de pan duro la confusión aumentaba, palomas peleando; palomas asustadas; plumas desprendidas.Ni el recuerdo quedaba pero el caos continuaba hasta que en la otra punta de la plaza una madre y su niño, divertidos, arrojaron otras migas y todas nuestras palomas fueron para allá.
El viejo me miró, se rió y dijo "Mirá vos che que yo pensaba que me habían salido lindas las palomas", guiñó un ojo, señaló la otra punta de la plaza, volvió a reir, me dijo "Jaja siempre lo mismo, Por los siglos de los siglos"y se marchó.