lunes, 4 de diciembre de 2006

El limonero y la begonia


Mi prima Elsa es una mujer gorda;vaya paradoja,lisa y llanamente gorda.La genetica y la ansiedad en indestructible alianza aplastaban las aspiraciones de elevacion de mi prima,la que con sus sonrisas tristes se avenia a los dictados de un destino asaz infausto.Suele darse entre las victimas de tales padecimientos un frenesi mental,un torbellino de especulaciones,un verdadero caos del pensamiento,como supletor de la hiperactividad gimnastica de las flacas.Y,bajo esa tectonica de placas sucumbia el magma de sus esperanzas,que como todo buen magma,disimulaba su calor inmensurable.
Un señor,un gigolo,un anciano picaflor,el tio Gustavo,se hallaba empeñado en notables esfuerzos por desmentir que el anfora de su juventud habiase vaciado en sus tres cuartas partes. Decia el que la vida,a cada momento,en cada experiencia,adjudicaba una llave; y otra; y otra mas, y que en su momento serian de utilidad porque,segun el, no existe una llave que no haya sido confeccionada para una cerradura.
Fiesta familiar,aniversario de evento indeterminado.La pirotecnia del carbon humedo asociandose al crepitar de chorizos que se distienden al ser heridos,bombitas mal pintadas perdidas en el humo. Aca unas caras, alla otras, y en la esquina donde estira sus brazos el limonero,Elsa; y, a su lado,donde la maceta de begonias como el perro de San Roque lame los pies; Gustavo.
Y como en toda fiesta donde el vino es el hilo conductor de esa energia risueña que cosquillea en la punta de los dedos, las miradas se pasean desnudas en el desorden, y se posan donde les place, desinhibidas, desafiantes. En estas mesas vinofilas suele presentarse la peculiar conducta de prestar atencion a quien se halla sentado mas lejos, e intervenir con una sucesion de ¡para!; ¡para!, para cuando avanzado el alcohol recogerse en la charla confidente al vecino. Obviamente, eso ocurrio. Elsa y Gustavo repararon en su mutua existencia. Y el se sintio alentado por la sedosa caricia recibida en el tobillo y acercose descaradamente a la rotunda corpulencia de ella via meneadas canciones populares que se ejecutaban en el momento. Ella sintio,sin la menor duda,la disimulada caricia que se posaba ora en sus hombros, ora en su tenaz cabellera rubia. Y el idilio se simplifico al extremo de chocar un beso en el batir de palmas con que se premio alguna olvidada ocurrencia de alguna olvidada cara.
(Pa'mi amigo Vitu).

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